LORENZO CAPRILE,

siempre desbordado de trabajo, ha tenido la amabilidad de mantener una animada charla con los representantes de la asociación Nuevo Rastro Madrid. Lo encontramos en su taller del madrileño barrio de Salamanca, en una casa decimonónica que bulle de actividad y ajetreo, llena de percheros, telas, hilos y complementos que bailan en sus manos y en las de su estupendo equipo.

NRM- Nos interesa mucho saber qué es para ti nuestro mercado.
LC- Para mí el Rastro es olvidarme de los problemas, es disfrutar, es un viaje en el tiempo, visitar amigos, el mejor plan de un domingo por la mañana haga frío, calor, llueva, nieve o lo que sea…, aunque procuro ir lo menos posible porque me gasto mucho dinero.

NRM- Comparado con otros Rastros europeos ¿qué posicionamiento le darías?
LC- Pues creo que están al mismo nivel. Conozco el famosísimo de Berlín, que es muy similar, los dos de Londres, los Encantes en Barcelona, que al ser cubierto es otra cosa, y luego los que hay en Italia, que son lo que yo llamo la parte moderna del Rastro, ya más de mercadillo.

NRM- Hace poco leímos un reportaje tuyo en el que muy simpáticamente llamabas «mis camellas» a amigas nuestras, pertenecientes a nuestra asociación.
LC- «Mis camellas» —sonríe mientras lo repite— soy un adicto a la ropa vieja y a buscar cosas para mis vestidos por eso digo que procuro ir lo menos posible. Es un poco una adicción. «Mis camellas» sobre todo son Conchita y luego Rosa, de Underground.

NRM- ¿Hay alguna joya que hayas encontrado en el Rastro?
LC- Muchísimas, muchísimas.

NRM- ¿Alguna vez te has encontrado el vestido de Fortuny, el Delfos?
LC- Tanto como eso no… pero recuerdo en la Plaza de Vara de Rey, unos gitanos tenían en el puesto un abrigo de Celine de los años 70 con el cuello de visón por 40 euros. Luego compré un lote a un señor que no se dedicaba a la ropa, vendía muebles y había comprado una casa entera, incluido un armario lleno de ropa buenísima que había colocado en un burrito,… había Valentinos, había Yves Saint Lauren y, no sé, me dejó el
lote por 200 o 300 euros, así que me llevé el burrito entero. También un Pertegaz muy bueno… Si tienes paciencia, sí. Una capa de La Samaritaine, de uno de los primerísimos grandes almacenes en Paris, muy alta de precio. Entré varias veces, le ofrecí una cantidad y le dije «mira, como sé que no la vas a vender, voy a venir el día 2 de agosto, que es mi cumpleaños y, si no la has vendido, me aceptas la oferta». Y como la palabra es sagrada en el Rastro (eso me lo enseñó mi madre de pequeño), el día 2 de agosto pasé y le dije «como no la has vendido, mi oferta sigue en pie» y me la llevé por doscientos y pico euros. Sabes que aparte de esto soy figurinista y claro, los figurinistas ahí nos
volvemos locos. Encontré para un vestuario una casaca militar, no sé si era de Alfonso XII o Alfonso XIII, espectacular, con todo el forro acolchado, de una sastrería militar de esas que hay en la calle Mayor y me pidió una cifra ridícula. Cuando le estaba dando el dinero me dijo «usted sabe que se está llevando un regalo» y yo le contesté «lo sé perfectamente, pero usted me ha dicho el precio y yo no le he regateado».

NRM- Por otra parte, como defensor de la economía circular que eres, considerarás que el Rastro tiene un valor añadido.
LC- Hombre, por supuesto, si yo soy muy de segunda mano. Yo me compro muchas cosas en el Rastro para mí. Mi ropa interior y mis calcetines lo compro ahí nuevos ¿problema? Ninguno. Si en el mercadillo de los martes y sábados en la plaza del Campillo tienen los mismos proveedores que vienen de China, te los compras ahí más barato y es lo mismo.

NRM- Luego con todas las piezas extraordinarias que tienes ¿qué piensas hacer? ¿las exhibes, las expones, quieres hacer una fundación…?
LC- Este verano me he dedicado a poner orden en todo ese caos y ahora estamos negociando dos proyectos, dos operaciones con dos instituciones diferentes. Pero el problema es que exponer ropa es muy caro, es carísimo. Primero porque hay que restaurar las prendas, una prenda es muy complicada de restaurar porque muchas veces los productos buenos para un material son muy dañinos para el otro, y en una prenda, y más si es muy antigua, a lo mejor hay diez o quince materiales diferentes entre bordados, forros, entretelas, corchetes…; luego los maniquís, que la mayoría de las veces tienes que hacerlos para cada vestido, porque los maniquís de ahora no sirven, no encajan; la iluminación, necesitan una iluminación especial; el nivel de humedad, etc. Exponer ropa es muy caro.

NRM- ¿Tú crees que el Museo del Traje, por ejemplo, saca toda la rentabilidad que podría tener en una ciudad como Madrid?
LC- Pues para el sitio nefasto en el que está ubicado, que eso no es culpa de mis amigos del Museo del Traje, que son unos héroes y desde aquí lo digo… ¡unos héroes para el sitio desafortunado que se eligió en su momento!… pues creo que están haciendo una gran labor. Si ese museo estuviera en el eje de los museos, estaría lleno hasta los topes. Lo malo es la ubicación.

NRM- Ya has visto que hay museos, como el Thyssen, que últimamente están asociando la moda con la pintura, porque está totalmente unida, por ejemplo, la de Picasso con Chanel…
LC- Claro, pasó con Chanel, la exposición de Balenciaga, la de Sorolla. Lo peor del Museo del Traje es la ubicación, si es que, por no haber, no hay ni una parada de autobús ni de metro cerca.

NRM- Por tus orígenes ¿te ves más vinculado a la influencia italiana o dirías que es una fusión España-Italia?
LC- Es una fusión, porque en la tradición española he encontrado muchas cosas. Me gusta el mundo goyesco, pero también hay un toque muy italiano, muy Armani, muy Ferré, muy Valentino.

NRM- Y con esa vinculación italoespañola ¿no te has sentido tentado de hacer algunas cosas para coreografías de ópera?
LC- Sí, estoy preparando ahora una que se estrena en Alcalá y es una coproducción con Columbia. Es una adaptación de La Vida es sueño de Calderón, pero óperas he hecho muy poquitas, cinco o seis, pero sobre todo lo que yo hago es mucho teatro.

NRM- Sí, sí, eso me consta, por eso te hablaba del punto de la ópera, porque Carmen al final es un espectáculo.
LC- Sí, lo que pasa es que la ópera es un mundo muy complicado, las agendas se cierran con muchísima antelación y ahí los figurinistas ni siquiera dependen de los teatros, dependen de lo que quiera el director de escena, y yo dentro del mundo de la ópera no soy conocido.

NRM- ¿Y qué harías tú o cual sería tu idea para poder mejorar el Rastro? ¿o lo dejarías tal y como está?
LC- Yo como está, cuanto menos lo toquéis, mejor.

NRM- Sí, ya sé. Hay una frase en nuestro mundillo: «las cosas cuanto menos cambien, mejor» porque siempre pasan a peor.
LC- Me hace volver a mis orígenes… porque el Madrid en que vivimos, aunque me alegro muchísimo por los madrileños y por las madrileñas, como se dice ahora, y por la Comunidad de Madrid que la economía vaya como un tiro, por el turismo y por lo que sea…, pero no es mi Madrid, y el
Rastro es todavía esa burbuja que hace que yo vuelva a mis orígenes. Los bares de siempre, la gente de siempre, oyes hablar madrileño… es una burbuja de un tiempo que ya pasó. Cuanto menos se toque y menos se cambie, mejor.

NRM- Nosotros solemos decir que somos la reencarnación de los objetos, que las cosas cuando se mueren vuelven al Rastro, y no sé si conoces una novela preciosa de Mújica Láinez que se llama El escarabajo.
LC- ¡Sííííí! ¡Es maravillosa!

NRM- Es la historia de un objeto que pasa de generación en generación. ¿Tienes algún objeto que tenga alguna historia, que esté vinculado con algún personaje o que haya pasado de familia en familia?
LC- No. En ese sentido no soy nada mitómano, ni fetichista, ni voy buscando… «¿oye, tienes algo que perteneciera a Ava Gardner?» No, en ese sentido no. A mí me tiene que llamar la atención; todo lo que yo compro es textil, cosas que tienen un patrón interesante o una etiqueta importante o, cuando voy a comprar cosas para el taller, un encaje especial o una pasamanería o unas borlas, un bordado… pero me da igual de quién haya sido… no tengo ese tipo de Diógenes.

NRM- Para nosotros tú eres el referente del arqueólogo de la moda, pero no el único… ¿tienes algún pique con otros coleccionistas?
LC- No, nos llevamos fenomenal. El pique lo tengo con otra gran coleccionista en España, que es Lydia López Trabado, de la colección López Trabado, pero es un pique muy amistoso. Hacemos un montón de proyectos juntos y ella, más que ropa, colecciona sobre todo efímeros, colecciona
facturas, embalajes, los programas de los desfiles, prensa… y yo ahora le acabo de mandar un paquetón, un baúl de efímeros que a mí no me interesa. Sí, es un pique muy cariñoso, porque cambiamos mucha información… No sé si visteis mi programa en Telemadrid Coser y contar… es la que hizo conmigo Grandes almacenes Madrid-Paris y acabamos de hacer ahora una mesa redonda en Granada, tenemos a la vista un proyecto con el ayuntamiento de Madrid muy bonito, o sea que es un pique con cuatro risas.

NRM- Tenemos un mercado con mucha competencia tanto on line como físico ¿qué te parece?
LC- Bendita competencia. Es que eso es muy español. La competencia, cuando es sana y es leal, es lo mejor porque si no te duermes en los laureles. Si yo fuera el único que hiciera trajes de novia, pues estaría ya más trasnochado que yo qué sé, que Celso García, y gracias a que hay mucha competencia y que cada día salen talleres y cosas nuevas, pues te mantienes vivo y te mantienes con ganas de seguir.

NRM- Normalmente todos te definen como el gran diseñador y referente de trajes de novia.
LC- Bueno, hay muchos compañeros buenísimos.

NRM- ¿Cómo te gustaría definirte?
LC- A mí la palabra «diseñador» no me gusta nada, porque es un anglicismo muy feo. Una palabra que define nuestro oficio en el diccionario es «modista», que no tiene género, además ahora con todo este lío la mayoría de los oficios en castellano como acaban en ista no tienen género, pues electricista, novelista, articulista, dentista, ortodoncista, artista, pianista… un montón. La palabra que define nuestro oficio en el diccionario nos guste o no, es «modista». Diseñador sueña como más cool o, como se dice ahora, más fashion. De moda modista, de arte artista, de piano pianista, de periódico periodista, de novela novelista, de artículo articulista…

NRM- Y, dentro del concepto modista, ¿cuál sería tu especialización? ¿modista especializado?
LC- Lo que más me gusta es la modistería tradicional y para la mujer, que sobrevive gracias a las bodas. Una mujer no se plantea hacerse algo a medida si no tiene un gran evento a la vista, un traje para la novia, la madrina, las invitadas, los testigos… De vez en cuando viene una alfombra roja, un aniversario por todo lo alto, un cumpleaños… pero el 95% de nuestros encargos son para bodas. La modistería tradicional en España, y diría que en el mundo por amigos que tengo en primera división en la facultad de Paris, está ligada a estos eventos.

NRM- De hecho, tus fotos más icónicas son de bodas ¿son también de las que más orgulloso estás?
LC- Del que más orgulloso estoy es el que acaba de salir por la puerta.

NRM- Tendrás muchos clientes que te dirán «quiero un vestido como el que llevaba tal…»
LC- Sí, bueno esto ocurre, pero en las pruebas voy introduciendo alguna variación para que no parezca igual.

NRM- Dentro de la moda y, en especial, dentro del mundo de novias, ¿cómo crees que estaría España posicionada?
LC- En España ahora mismo los grandes monstruos son Pronovias y Rosa Clará.

NRM- ¿Tienes mucho cliente extranjero?
LC- Cada vez tengo más clientas sudamericanas y estoy agradecidísimo porque están reflotando la economía de Madrid… hay cosas buenas y cosas malas: Madrid está cambiando y se está transformando en otra ciudad que no es la nuestra.

NRM- ¿Qué te parecerían visitas especializadas a tu taller como parte de un turismo de élite?
LC- A mí me lo han ofrecido, pero ya has visto lo que es esto. La gente desde fuera se cree que tenemos un palacio como el de Valentino en Roma y esto es lo que es, muy chiquitín. Una visita a taller… no cabemos ni nosotros y con el ritmo que tenemos sería muy complicado. La idea es preciosa, pero es inviable y talleres espectaculares en Madrid no hay.

NRM- Normalmente las galerías de arte tampoco exhiben la moda como un punto importante. ¿Crees que la moda es arte?
LC- Es que la moda no es arte, y esa es otra discusión y otro melón que no voy a abrir aquí porque estoy cansado. No es arte para nada, es un oficio, una artesanía o un arte decorativa, como cuando yo estudié en mis tiempos con el famoso Angulo y su famoso libro de Historia del Arte. ¡Pero como va a ser arte! Trabajamos con los materiales opuestos a lo que es el arte porque en la moda lo que te gusta hoy, no te gusta mañana y no te gusta pasado, pero vuelve dentro de treinta años y quizás te guste algo. En el arte, lo que yo aprendí…, igual soy muy clasicorro y muy reaccionario, es que es algo eterno que te revuelve las tripas hoy, ayer, antes de ayer y hace mil años. Y yo no conozco a nadie al que le haya cambiado la vida por ver un desfile o un traje bonito. Conozco personas que les ha cambiado la vida al escuchar una sinfonía o leer una novela deslumbrante o ver un atardecer en la Acrópolis de Atenas o ver, yo qué sé, las Meninas, que te quedarías ahí por cuatro horas. Pero esta es mi opinión, si para alguien soy un artista, pues mira, fenomenal, cada uno que se sienta como quiera.

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