En mayo Madrid va de romería

San Isidro hermoso
Patrón de Madrid
Que el agua del risco
hiciste salir

Desde el siglo XVI, los madrileños acostumbraban a pasar la tarde en el césped de la Pradera bebiendo agua de los manantiales próximos. Desde nuestra asociación, Nuevo Rastro Madrid, tenemos el gusto de presentaros en exclusiva la restauración de un romance de ciegos del siglo XIX donde se reproducen viñetas de la famosa romería que tenía lugar en torno a la ermita.

El motivo principal de la fiesta era acudir con un recipiente a recoger agua del manantial que, por sus propiedades curativas, era muy apreciada ya desde el siglo XII. La gente acudía para llevarla a sus casas por sus supuestas propiedades medicinales pues, según la leyenda, San Isidro la había hecho brotar. Se cuenta que el propio emperador Carlos V y su hijo Felipe II se recuperaron de sus dolencias después de degustar tan preciado líquido. El espacio se llenaba de botijos que luego se llevaban como recuerdo a las casas de los romeros, siendo los más vendidos los amarillos de Ocaña o los coloraos de Alcorcón (a los que se refiere el dicho “eres más tonto que un puchero de Alcorcón” porque tenían tres asas).


Recogida el agua, comenzaba el festival gastronómico, siendo las rosquillas uno de los productos más tradicionales: si no están recubiertas de
azúcar se llaman tontas, pero si están glaseadas ya son listas. Porque, efectivamente, había que ser muy inteligente para distinguir las de Santa Clara, las de la tía Javiera, las francesas o las de Fuenlabrada. Todo se trataba de un juego entre el uso del merengue y, al igual que los churros, se vendían por unidades atadas con un cordel.

La mezcolanza de dicho festín era una sinfonía de olores donde se mezclaban desde las almendras garrapiñadas a los torraos, los escabeches,
los encurtidos, las manzanas caramelizadas o los buñuelos. El vino corría más que el agua del Manzanares, “nuestro aprendiz de río”, y regaba las ropas y el suelo con litros de Valdepeñas y claras de limonada. El sonido de los pitos del santo que hacían las delicias de los chiquillos (silbatos de barro o vidrio con forma de pájaro), las panderetas y el griterío de los madrileños almorzando se mezclaban con el chotis, el chulapo, las gallinejas, las berenjenas de Almagro, los barquillos, los entresijos y un sinfín de productos típicos entre los que la estrella seguía siendo el bocadillo de calamares.

Pronto la devoción a San isidro no solo fue una procesión, sino que se Convirtió en una auténtica fiesta religiosa y lúdica, tal como representa Goya en su famoso cuadro donde majas y parasoles dejan ver una multitud alegre y festiva con un fondo de Madrid en el que despunta la arquitectura palaciega y la cúpula de San Francisco el Grande, homenaje también a su monumental lienzo que alberga dicha basílica. Muchos artistas se inspiraron en la famosa fiesta popular. Queremos finalizar este pequeño homenaje a la romería con unos fragmentos correspondientes al sainete de Carlos Arniches “El santo de la Isidra”, e invitando a todos los madrileños a participar en ella.


Alegre es la mañana y hermoso el día
hoy va a ser cosa buena la romería
alegre es la mañana, vamos allá
y el que no se divierta tonto será
Con tres o cuatro orquestas de varias clases
pueden bailarse al tiempo polkas y valses
y con tanto barullo, con tanto ruido
nos alegramos todos de haber venido

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