Todo barrio tiene un sheriff
Si hay un personaje popular desde hace décadas en nuestro mercado es el “vaquero del Rastro”. Su vestimenta lo dice todo. Salido casi de un wéstern de John Wayne, vigila su puesto de comics vestido de cuero, con sus botas de caña alta y
el sol reflejándose en las espuelas y en la estrella de seis puntas prendida en su chaleco. Como no podía ser de otro modo, cuenta con una yegua muy especial: una moto poblada de miles de piezas de miniaturas de comic únicas que también han invadido su casco.
Se trata de Jesús Jiménez Martínez, cowboy de vocación y profesión. Es un personaje entrañable, con apariencia de bonachón a quien, como él mismo dice, lo que más le gusta es que, cuando le miran y observan su colección de más de 1.500 muñecos, tanto los pequeños como sus padres dibujan una sonrisa cómplice. «Es agradable ver feliz a la gente»— nos dice, y él hace de esta frase su eslogan.
Desgraciadamente, las nuevas normativas municipales no dejan que su yegua paste por nuestros confines. Es una pena, porque en ese mundo era imposible distinguir a Batman de Spiderman, a los héroes de los villanos. Todo cabe en su mundo, una colección infinita de posibilidades que atrae la curiosidad y la mirada tanto de niños como de mayores. Nos puede la curiosidad y le preguntamos si alguna vez le han parado las autoridades. Nos contesta que sí, que la Guardia Civil de tráfico lo ha hecho alguna vez simplemente para hacerse fotos con él.
También le instamos a que nos cuente alguna anécdota divertida y recuerda que, en una ocasión, un niño de cuatro años le preguntó por qué llevaba tantos muñecos en el caso y él le respondió que eran de los huevos Kinder, a lo cual el niño le espetó: «Jo, pues sí que te gusta el chocolate».
También recuerda cuando, parado en un semáforo, alguien le ofreció una cantidad importante de dinero por la moto, pero no aceptó porque la querían con los muñecos. Por cierto, a su yegua la llama Rocinanta porque Jesús es de un lugar de La Mancha, y le gusta ir escuchando música de todo tipo, desde Antonio Molina a Elvis Presley. Se mantiene en forma gracias a su mecánico veterinario, quien se cuida de ella desde hace 30 años, un amigo de la calle de la Oca de quien se fía y que además le fía.
Desde 1975, es la máxima autoridad de nuestros puestos. El Rastro no necesita un saloon-comisaría pues, en una ciudad sin ley, él es el número 1 frente a los forajidos y foráneos… se despide riendo, mientras nos apunta con su pistola de juguete simulando un simpático atraco.
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