Felipe II
Un okupa real

LAS CASAS A LA MALICIA

Un 8 de mayo de 1561, dicen que por amor o por chanchullos políticos, Don Felipe II decidió establecerse de forma permanente en Madrid, convirtiéndola en la capital de las Españas. No fue Lisboa, como muchos lamentan, u otra ciudad con salida al mar, y si a la tercera fue la vencida después de Toledo y de Valladolid, y también de sus dos mujeres anteriores, decide con Isabel de Valois empadronarse en la Villa y Corte.

La capitalidad de España tenía muchas limitaciones. Uno de los problemas principales, que cinco siglos después siguen vigentes, era que no disponía de espacio ni habitabilidad para acoger a los cortesanos, funcionarios, militares, burócratas y todo un sinfín de personas vinculadas al poder y a su servicio.
Era pues un milagro acoger a la “Corte de los Milagros”.

Por ello se les concedió a los funcionarios de la Corte una serie de privilegios a través de una ley denominada “Regalía de aposento”, por la que se obligaba a partir de dicho edicto a alojar a un funcionario del rey en la mitad de la superficie útil que hubiera disponible en las viviendas vecinales. Realmente los madrileños debieron pensar que, aunque fuera conocido como “El Prudente”, esta normativa dejaba mucho que desear. La máquina de la picaresca española comenzó a funcionar y el clásico del “quien hace la ley hace la trampa” tomó carta de partido. No deja de ser una contradicción que, mientras los madrileños tenían que regalar habitaciones, Su Majestad construyera aproximadamente 4.000 apartamentos-estancia en el monasterio de El Escorial, suponemos que para cubrir la demanda. Ante esta especie de okupa histórico, los albañiles, mozos de obra y peones decidieron realizar trucos habitacionales a medida de sus clientes para poder librarse con astucia de las ordenanzas municipales. Casas con falsos interiores y falsos patios que, a simple vista, no permitían disponer de la mitad de su espacio, ni saber siquiera las plantas que había. Espacios de difícil habitabilidad que intentaban quedar exentos del citado pago.

También fueron denominadas “Casas de incómoda partición” que, en vez de ser ocupadas por el funcionario de turno, pagaban un canon y a cambio recuperaban la libertad de no tener que acoger a nadie (el buey solo bien se lame). Al final, esto dio lugar a una tipología arquitectónica que configuraba un Madrid antiguo con viviendas oscuras y poco habitables, que daban un aspecto caótico al urbanismo de la ciudad con trucos de grandes tejados, pequeños ventanucos, añadidos
de buhardillas, etc. Una visión de Madrid como si del diablo cojuelo se tratara, con galanes de noviciado y estudiantes de profesión, aprendices de gato por los caballetes de los tejados, huyendo de la justicia y de las leyes promovidas y creando en la ciudadanía una variedad de sabandijas racionales que lo pueblan llenando de un auténtico laberinto de tejados sus endemoniadas calles.

Pero como no hay mal que cien años dure y el dinero es el dinero, se trató de solventar todo este caos poniendo en marcha la “Visita General” (origen del actual catastro), ya que a mediados del siglo XVIII se comenzaron a realizar inspecciones que trataban de adivinar las plantas del interior de las viviendas para saber si se engañaba a la autoridad o no y con la finalidad por parte de la administración de cobrar y distribuir los aposentos de la Corte. El método de la visita general consistía en asignar un número a cada manzana que se identificó mediante azulejos que visibles todavía en muchas casas de Madrid y que de alguna manera son el antecedente de nuestra original señalética realizada por Alfredo Ruiz de Luna.

En el número 9 de la Ribera de Curtidores podemos encontrar un ejemplo de este delito urbanístico. Este truco no solamente se dio en Madrid, sino que también se dio en otras capitales europeas; en Ámsterdam incluso se quiso hacer pagar impuestos por el ancho de las fachadas, por eso la ciudad está llena de casas estrechas y altas. Es un ejemplo más de cómo las decisiones de las autoridades y nuestra reacción ante ellas conforman una ciudad.

Felipe II - Museo de Segovia

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