La corrala de la calle Carlos Arniches, llamada «El Corralón»
En la Arquitectura popular madrileña, construida en el siglo XIX, principalmente en los barrios del Rastro y Lavapies, destaca un arquetipo de casas conocidas como corralas, con este modelo de construcción se intentaba solucionar, la precariedad y el grave problema de escasez de vivienda, derivado del crecimiento poblacional experimentado en Madrid en los siglos XVIII y XIX, y agravado por la limitación de la expansión natural de la ciudad, debido a la cerca que rodeaba la capital, levantada en 1629 por Felipe IV y derribada en 1868.
Las corralas son inmuebles de unas determinadas características, edificados generalmente sobre solares mínimos. La existencia de un patio y corredores en cada piso, aporta a sus moradores un habitat de espacio publico con una marcada disposición de vecindad, suelen tener entre dos y cuatro pisos y están construidos con estructura de madera. Los elementos que sustentan los corredores, pies y zapatas son también de madera. Los cuartos son pequeños, de no más de veinte metros cuadrados y los interiores suelen carecer de ventilación. Asimismo el retrete era común para toda la planta y en algunos casos para toda la corrala. Es por tanto una arquitectura de gran precariedad, implantada en lo que se denominaba castizamente «los barrios bajos». Ya Galdós, en su obra más importante de ambiente madrileño, Fortunata y Jacinta afirma de Fortunata:»(…) posee las verdades, lo esencial de la humanidad, ese pueblo castizo que vive miserablemente por los alrededores de la Plaza Mayor, la calle de Toledo y la cabecera del Rastro hacinado en las corralas». En 1977 en Madrid, todavía existían 440 corralas que responden a cuatro tipologías diferentes según su diseño en planta, en forma I , L, C, y O.
La corrala que nos ocupa, en la calle Carlos Arniches 3 y 5, El Corralón, tal y como es conocida popularmente, comenzó a sufrir, sobre los años ochenta del siglo XX, un importante deterioro. El daño fue en aumento, con el transcurrir de la década, hasta que la situación llegó a ser irreversible. El propietario Gregorio Solís, consiguió en los juzgados que el Tribunal Superior de Justicia, la declarara en ruina en enero de 1993 y un mes más tarde, fue ejecutada la orden de desahucio, que fue comunicada a los vecinos, mediante un telegrama de la Gerencia de Urbanismo, en la que se les instaba, a desalojar del edificio, ante el peligro que suponía seguir habitándolo. Aquella orden y la determinación de abandonarlo, provocaron una situación muy penosa, para los 16 inquilinos y los veinte comerciantes, que ocupaban desde muchos años atrás, pequeños cuartos y locales, donde guardaban y exponían toda clase de genero para su venta, muebles, lámparas, cuadros, ropa, quincalla etc.
El gobierno municipal, llegó a un acuerdo con el propietario del edificio y a cambio de setenta millones de pesetas, lo adquirió con la idea de darle un nuevo uso. En 1999 el Ayuntamiento firmó un convenio con la Universidad Autónoma, para instalar en él, el Museo de Artes y Tradiciones Populares, situado en el Campús de Cantoblanco de la Universidad Autónoma de Madrid, desde 1975. En la actualidad, la restauración del Corralón esta terminada, y se integra también en el edificio, el Centro Cultural La Corrala de la U.A.M. cuyo programa de actividades y cursos de formación esta aún en proceso de desarrollarse.
En su estado primitivo esta corrala tiene forma de O, aunque su planta no es exactamente, circular como la define la tipología estudiada por el Colegio de Arquitectos de Madrid, ya que se trata de un pentágono irregular, con fachada de 28 metros y una superficie construida de 2086 metros cuadrados, el patio interior tiene una superficie aprox. de 370 metros cuadrados, consta de una planta y buhardillas. Por otra parte, los cuartos con corredor se ubican en la crujía frontal del patio y en la cubierta se sitúan tres buhardillas. El resto de los cuartos, se emplazan en las crujías laterales, que abren ventanas al patio, y en la cubierta cinco buhardillas en cada lado. En la planta baja se situaban, rodeando el patio, naves de considerable altura alrededor de 4 metros, donde se almacenaba y guardaba el genero, que los comerciantes exhibían para su venta. A este tipo de locales se les conocen popularmente en el Rastro, como «encierres». En la fachada, se despliegan siete ventanas en la planta primera y cinco en la planta baja. La entrada al patio, se efectuaba a través de un portalón de entrada de carruajes y el acceso a las viviendas, se realizaba por dos portales situados en la fachada. En las fotografías vemos el patio del Corralón, a principios de los años noventa, y el mismo patio ya restaurado.
Separata del libro. El Rastro, las fuentes de su origen, historia y desarrollo urbano.
Germán Cano López, investigador.
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