Andrés García Trapiello nació en Manzaneda de Torío, provincia de León, en 1953, uno de los nueve hijos de un campesino y comerciante falangista acomodado, Porfirio García, casado con Laura Trapiello. Dos años después la familia se trasladó a León para vivir en casa del abuelo paterno. Varios miembros de su familia han tenido inclinaciones humanísticas: un tío cura, César Trapiello, dibujante de historietas y periodista, de quien fue monaguillo, lo introdujo en la lectura; un tío abuelo, José Trapiello, fue poeta modernista; y su hermano Pedro García Trapiello es periodista.
En 1975 marchó a Madrid, donde actualmente reside, contratado como redactor de una revista de arte, Guadalimar; asimismo trabajó hasta 1979 en el programa cultural de TVE Encuentros con las letras. Allí conoció a su mujer, Miriam Moreno (1954), con la que tiene dos hijos. Dirigió las revistas Entregas de la Ventura y Número, y en 1981 participó en la refundación de la editorial Trieste; también colabora con la editorial granadina Comares.
El Rastro
Andrés Trapiello
El Rastro. Historia, teoría y práctica da testimonio de todo cuanto es importante: la amistad de quienes durante cuarenta años han visitado juntos el mismo lugar —estas páginas son también el elogio de la amistad de Trapiello y Juan Manuel Bonet, fieles pesquisidores—, el acto de transferir una curiosidad como si de una herencia se tratara —los hijos del escritor fueron también con él al Rastro, desde muy pequeños—, además de esa minuciosa reflexión que hace Trapiello del pasado, un espíritu que forma parte de su serie de veintiún volúmenes de diarios.
Los lectores encontrarán postales de las Galerías Piquer, máquinas de escribir desdentadas, la fotografía de un rosetón de tijeras recién afiladas, la edición de Prometeo de 1914 de El Rastro, de Ramón Gómez de la Serna, o los juguetes que algunos coleccionan y reparan para acercarse a la infancia de quienes los disfrutaron. Este libro es la orilla de esa playa a la que van a parar los objetos de un naufragio. Se trata de un libro literario, al mismo tiempo que político.
«Pasear por el Rastro es una cura de humildad»
En el Rastro todo lo inimaginable sale al encuentro del paseante, leznas, hormas, berbiquís. «¿Usted quiere comprar o chau-chau?», se oye por allí. Y advierte Trapiello que nadie debe meterse por medio en el regateo que otro ha puesto en marcha. Él sostiene que es un hurón, que al Rastro se va a huronear, como un siglo atrás Pío Baroja, que tan bien retrató estas calles en La busca y hay fotos que acreditan al escritor cascarrabias mirando sin acercarse mucho a un puesto y, claro, sin sacarse las manos del gabán. Hace mucho menos Carlos Saura fotografió a un hombre sin piernas arrastrándose por el suelo ante la mirada de un guindilla. Pero la foto que mejor retrata este modo de entender la vida, o un domingo, es una de Eduardo Dea, Trileros se llama, una estampa muy Gutiérrez Solana en la que varios hombres ya en la cincuentena miran un tapete, un cubilete, un billete, indecisos si entrar al trapo o no. Una cátedra, una universidad, que decía Pérez Galdós.